(Primer esbozo del artículo)
Voy a intentar describir cómo funciona la cabeza de una persona que maneja más de 5 idiomas, más de 10, más de 20 idiomas a la vez.
-El primer rasgo que describe su funcionamiento es la facilidad, la relajación. Manejar muchos idiomas es algo que cuesta cada vez menos, seguramente porque obedece a la estructura en que las neuronas guardan, transmiten y combinan la información.
Creo que se podría comparar con los engranajes de cambio de marcha en una bicicleta o en un coche. El hecho de aprender otra lengua más y otra y otra, de alguna manera lo que hace es añadir ruedecillas al sistema, de manera que va todo más fluido y rápido, añadiendo velocidad y potencia.
Según esta intuición, la manera de conseguir que a alguien se le den bien los idiomas es precisamente estudiar muchos y muy complejos. Cuantos más idiomas, más capacidad tiene el misterioso engranaje neuronal de acoplarse para que todo sea mucho más fácil.
Esto ocurre al nivel fonético, al nivel morfológico y sucesivamente en los otros niveles lingüísticos.
Recuerdo bien cuando era niña y por primera vez tenía que aprender a pronunciar fonemas extraños al empezar a estudiar inglés: se me hacía un mundo diferenciar la s de la sh, la b de la v, y posteriormente vino la capacidad de distinguir y producir otros sonidos vocálicos distintos de los del español.
Cuando fue el momento de estudiar latín, vino el gran esfuerzo de aprender nuevas categorías, nuevas formas de la conjugación, nuevas y enrevesadas formas de sintaxis.
Cuando a continuación comencé a aprender griego, además de todas las novedades morfosintácticas tenía que aprender a leer en otra escritura. No fue difícil aprender el alfabeto, pero a veces al principio, si no había practicado cada día, costaba leer de seguido, especialmente si la palabra era tremebunda, como son algunas de las griegas. A partir de este entrenamiento, cada vez se fue volviendo más sencillo aprender una escritura nueva.
Esta primera fase la atravesaba yo a una velocidad mucho más lenta que la que luego iba a utilizar en las fases posteriores. Por supuesto, era la misma velocidad que el resto de la gente. Lo que sí que es verdad es que llevaba una aceleración constante, debido a las ganas y el gusto con que estudiaba cada día.
Cuando comencé a estudiar por mi cuenta con libros autodidactas, sin ningún profesor, el proceso se aceleró todavía más. Había una primera toma de contacto con la lengua, pero la mayor parte de ella era reconocible, funcionaba igual que alguna otra que ya conocía: el griego era la piedra de toque en muchos casos. De modo que aprender nuevas escrituras cada vez iba siendo más rápido, aprender nuevos sonidos, producirlos e identificarlos, fue cada vez siendo más fácil; jugar con nuevas reglas gramaticales, recordar nuevos paradigmas de declinación y conjugación cada vez iba volviéndose más automático, aprender y recordar nuevo vocabulario exigía cada vez un esfuerzo menor. Las complejas frases llenas de conectores y subordinantes cada vez resultaban más transparentes y nítidas. Y lo más divertido y apasionante: interiorizar formas de comunicación, mentalidades, tabúes, jerarquías, maneras culturales distintas de hacer las cosas... Todo tan sencillo como aprender nuevas canciones, como identificar nuevas melodías, como memorizar una sinfonía entera, un ópera entera: si le dedicas tiempo y te gusta, lo haces automáticamente, sin darte ni cuenta.
Seguramente se corresponde con el reforzamiento de la mielina que recubre la conexión entre neuronas. Intuitivamente me parecen el mismo fenómeno aprender nuevos temas musicales y aprender nuevas lenguas. Haberse familiarizado con el lenguaje técnico que se usa para describir la gramática me parece similar a familiarizarse con la notación musical de una partitura.
- Muy relacionado con lo anterior, me gustaría considerar la faceta de los grados de comprensión.
Se relaciona finalmente también con la velocidad a la que se funciona.
Me gusta compararlo con el aprendizaje de la lectura, algo que todos hemos experimentado desde pequeños: cuando teníamos 4 años era un desafío descifrar las letras, luego las palabras, al año siguiente podíamos leer un cuento de pocas líneas, y a medida que iban pasando los años, íbamos aumentando el volumen de lectura y también la capacidad de comprensión de lo que leíamos. De niña me resultaba más fluido leer un cuento tradicional que contara una historia que ya me sabía, que enfrentarme a una historia nueva y entenderla toda punto por punto (recuerdo cómo era incapaz de comprender por qué Genoveva de Brabante era expulsada del palacio, por qué fueron luego a buscarla a la cueva ni por qué luego volvía con su marido... disfrutaba el cuento, sus imágenes y sus palabras, pero las conexiones lógicas se me escapaban...), y me resultaba más fácil leer con dibujitos que enfrentarme a la página entera llena de letras. Y apenas en unos años, de pronto esos mismos cuentos te aburren y lo que quieres en tus lecturas es novedad e intriga, descubrir pistas y descifrar misterios: estás aumentando tu capacidad de comprensión, estás en un nivel de lectura más alto. Y ya en secundaria en el colegio te exponen a la gran literatura clásica, te enseñan a analizar poemas cargados de sentidos complejos, lees tus primeras obras de teatro del Siglo de Oro y por fin llega la lectura de El Quijote: múltiple, complejo, enciclopédico, lleno de alusiones a referentes culturales que no conoces, con vocabulario y objetos de un mundo cuatro veces centenario, con diversos registros de habla, con puntos de vista, intereses y tramas distintas y mezcladas. Lo leí a los 14 y 15 años, creí que lo entendía, pero afortunadamente continué leyéndolo año tras año y mi nivel de comprensión fue profundizando más y más.
El nivel de comprensión lectora de nuestra propia lengua materna va aumentando y creciendo con el tiempo, con el desarrollo de niño a adulto, con el estudio y la dedicación.
Lo mismo pasa con el estudio de los idiomas extranjeros: va ganando en velocidad, en capacidad de comprender, hasta el punto en que a primera vista y sin ningún esfuerzo entiendes lo que lees. Y entonces aparece ese fenómeno tan típico entre políglotas de saber que has leído sobre algún tema del que has retenido tales y tales datos, pero no recordar ya bien en qué idioma lo has leído; casi del mismo modo en que no recordarías con qué tipografía de letra estaba impreso el texto, pues esas letras no eran más que un instrumento que te conducía a un contenido. De modo que tu mente va directamente al sentido del texto sin detenerse ya en el detalle de qué palabras eran ni en qué lengua estaban. No es que pase siempre así, que mucha de las lecturas literarias políglotas consisten precisamente en saborear una a una cada palabra con todo su colorido. Quizá ocurra más cuando se lee para informarse o por seguir la intriga de una novela sin pretensiones literarias.
Siguiendo este argumento, establecería una correspondencia: según sea el nivel de comprensión lectora en la lengua materna así podrá ser en la lengua extranjera. (Esto no tiene que ver con los que aprenden de niños varias lenguas en ambientes bilingües o trilingües). La gente incapaz de elevarse de un nivel B1 a un B2 en una lengua extrajera, seguramente no sería capaz tampoco de explicarse o escribir o leer realmente a ese nivel en su lengua materna. Y al contrario, quien ha llegado muy alto en su propia lengua materna, más allá del C2, a los niveles que yo denominaría D, E y F, los niveles más complejos de la literatura clásica (nivel D), de la comprensión de las formas medievales y arcaicas de la lengua de origen, (nivel E), y aún más atrás, hasta remontarse 4000 ó 5000 años según las lenguas, (nivel F2); quien ha llegado a ese nivel, digo, no tiene problemas para llegar hasta allí en otra lengua. Y cuando se ha llegado hasta el nivel E o el F en varias lenguas, el camino ya está trillado, allanado, asfaltado y con raíles. El esfuerzo que hay que hacer es mínimo, y con cada lengua y cada familia exótica de lenguas conquistada, más alto va subiendo el punto de referencia, más amplio y diáfano el horizonte, más lejos se distingue y más inmediatamente.
De alguna forma es un mecanismo perfectamente natural: cuando se está al nivel de los arbustos apenas se ve ni se distingue nada, y a medida que se eleva hacia arriba el punto de vista, más amplia e inmediata es la comprensión. Es una simple cuestión de subir escalones en una escalera.
- El concepto de la intercomprensión extendida. Tengo que agradecer a mi amiga Katy Beauvais que me pusiera al corriente de un concepto que empiezan a manejar los romanistas: la intercomprensión entre las lenguas romances. Cualquiera que sea políglota lo habrá experimentado por sí mismo. Para los de lengua materna romance, resulta fácil entender casi intuitivamente las otras lenguas hermanas derivadas del latín, antes incluso de detenerse a estudiarlas, pero mucho más si ya se sabe latín, claro. Esto se puede fomentar y practicar hasta desarrollarlo en un grado muy eficiente.
Mi concepto de la intercomprensión extendida es que, cuando te familiarizas con otras ramas y otras familias de lenguas, la intercomprensión funciona también; deriva del argumento que ilustraba anteriormente con la imagen de subir una escalera hacia un horizonte más amplio. Se puede alcanzar la intercomprensión con lenguas germánicas, eslavas, indoiranias, etc... Para conseguir esto, cuantos más conocimientos tengas más atrás en el tiempo, tanto más fácil es. Hasta que llega un punto en que todas las lenguas indoeuropeas te parecen dialectos del protoindoeuropeo, tu auténtica lengua materna. Así, entender otras lenguas de la misma familia, aunque aún no las hayas estudiado, resulta parecido a cuando "extiendes" tus orejas con atención para comprender dialectos del español. Hubo un tiempo en que la lengua de Méjico o Argentina me resultaba enigmática, pero con la práctica he desarrollado el oído para entender cualquier variante de mi lengua. Pues lo mismo pasa a otra escala más extensa y más profunda en el tiempo. Se puede conseguir intercomprensión con todas las lenguas indoeuropeas. Y se puede conseguir intercomprensión con lenguas altaicas, polinesias, etc...
Lo cual es fácilmente asequible cuando la velocidad de aprendizaje y la capacidad de comprensión son altísimas, gracias al entrenamiento.
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