miércoles, 30 de marzo de 2016

Mis obras épicas preferidas

   Desde que comencé a leer sobre historia de la literatura a los 12 años, me sentí atraída por las referencias que me daban acerca de las grandes obras épicas de la literatura universal. Acertadamente presentía que eran tan atractivas como los cuentos y leyendas, pero a lo grande. De modo que iba aprendiendo los nombres de las obras maestras años antes de comenzar a leerlas.

   ¿Cuántos años tenía cuando leí el Mío Cid? Desafortunadamente no lo recuerdo, entre 13 y 16 años. Recuerdo que, debido a mi inexperiencia, me perdía en el poema por su lenguaje y su amplitud, pero gracias a la guía de los libros de texto y las clases del colegio, conseguí comprender bastante y sacarle "gustillo" al aroma épico. Lo que sí lograba entender eran los romances, que trovaban episodios y lances épicos. Con estas lecturas comencé a ir familiarizándome con el español antiguo, aunque aún me quedaban años de lecturas hasta que lo manejara de verdad.

   Tengo muy clara la fecha en que leí el siguiente libro de épica: fue mi regalo por mi 14 cumpleaños, EL CANTAR DE LOS NIBELUNGOS, en una edición con algunos capítulos bilingües y algunas fotografías del manuscrito original. Con este libro comenzó mi pasión desatada por la épica y mi interés por el alemán. Ya me acompañarán para siempre Brunilda y Sigfrido. 


   Lo he releído muchas veces, pero el siguiente paso era leerlo en la lengua original. Apenas cinco años después comencé a leer el libreto bilingüe alemán-inglés de la cuatrilogía wagneriana del Anillo del Nibelungo. Me caló la historia todavía mucho más hondo. Me impresionó el papel que juega Loge.

Algunos años más tarde ya conseguí un ejemplar bilingüe del texto original del cantar, con la versión en alemán moderno al lado como guía de estudio:

Volviendo atrás, a mis 14 años: fue tras haber disfrutado tanto con los Nibelungos que tomé una decisión, iba a leerme todos los libros que pudiera de la literatura universal, en orden. Mi límite estaba en que serían los libros que hubiera en la Biblioteca Municipal, ya que entonces no existía internet. Y entonces aún no me había planteado llegar a leerlos en la lengua original, pero al menos ya tenía en germen la idea de aprender griego, alemán y ruso...
   De modo que, ya que el volumen de la Ilíada de la biblioteca estaba prestado en aquel momento, mi siguiente libro épico fue LA ODISEA. Otra vez fascinada y embrujada, entonces ya empezaba a tener claro que yo tenía que aprender la lengua original. Es verdad que me costaba todavía entenderlo todo, pero perseveré en la lectura. Me guiaba el hecho de conocer ya algunas de las aventuras de Ulises. Pero lo mejor de todo fue la última parte, de la que yo no había sospechado nada: cómo regresa Ulises ocultamente y cómo derrota a los pretendientes de Penélope. Un bombazo de primera. Enganchada a esta obra para el resto de mi vida. No llegué a leer el original hasta cuarto curso de filología clásica, y no lo leí entero por entonces. La relectura después ha sido constante a lo largo de mi vida.

La siguiente obra épica que leí fue un fragmento del Mahabharata, el Bhagavad Gita, que no es la parte más épica, sino la más celebre disertación filosófica de la literatura india. Aquí se sembró la semilla de mi gusto por la India, y acabaría, muchos años después, aprendiendo sánscrito y leyendo algunos cantos en lengua original, pero a fecha de hoy no he leído todavía enteros ni el Mahabharata ni el Ramayana, aunque sí fragmentos, estudios... incluso versiones en cómic en hindi moderno. Lo importante es que las dos historias son apasionantes, darían para estar una vida entera ocupada en estudiarlas a fondo. Cuanto más voy leyendo y explorando, más enredada en sus hechizantes lazos me encuentro.

   A los 19 años leí mis primeras sagas vikingas. Ya tenía el campo abonado con el Cantar de los Nibelungos, con lo que había leído en libros de historia de la literatura acerca de Snorri Sturluson y con el hecho de ya saber sueco y alemán. Tenía todo el equipamiento necesario para caer rendida a los pies del arte de los escaldas y su manera de contar historias, entre las más arrebatadoras de la humanidad. Suponían un viaje a una geografía, una época y una mentalidad muy poderosas literariamente, porque en esencia narraban historias verídicas, como el Mío Cid. 
   Primero leí La Saga de Kormak, luego La Saga de Egil Skallagrímson y después ya llegarían La Saga de los Volsungos, otras sagas de los reyes, además de los textos míticos de los Eddas. No tardé demasiado en aprender islandés. Pero lo cierto es que el arte poético de los escaldas es tan enrevesado, que a menudo leo versiones anotadas que me expliquen las figuras retóricas más oscuras.

   En algún momento me detuve a leer La Chanson de Roland, primero en español en su día, luego en francés... pero en el francés antiguo original no la he leído entera, aunque la tengo en un CD-ROM. Parecía menos atractiva que otros cantares, porque en realidad ya me sabía toda la historia con antelación. NO SABÍA YO LO QUE ME ESPERABA Y PARA LO QUE ME ESTABA PREPARANDO. Aún así, era desgarrador leer la traición y escuchar el olifante de Roldán llamando en el desfiladero. 

   Mis papilas gustativas para cantares de gesta se habían ido desarrollando y habían alcanzado su madurez, ahora me esperaba una nueva etapa de vuelos épicos...

   Un buen día, muy inocentemente, me senté ante el capítulo 6 de El Quijote y me dispuse a apuntar todos los libros nombrados en el escrutinio de la biblioteca de nuestro famoso hidalgo. Había pasado tantas veces los ojos por esas líneas, y no significaban para mí más que nombres, unos famosos, desconocidos otros... Y al leer de esta forma reflexiva y atenta, me dí cuenta de que en realidad Cervantes me estaba aconsejando una lista de los mejores libros de caballería y obras pastoriles que según su criterio eran dignos de librarse de las llamas del olvido... Y tomé una determinación: voy a ir a la biblioteca, universitaria ya en este caso, y me voy a poner lindamente a leerme los libros salvados por el cura y el barbero; empezaré por el Orlando Furioso, continuaré por la Gerusalemme Liberata y concluiré por el Amadís (dejando a un lado las dianas y galateas pastoriles que no vienen al caso en este artículo). 
   AY, INOCENTE DE MÍ, ¿pues no sabía yo cuán enganchada estaba ya a la épica?¿pues no me valieron los consejos contra los libros de caballerías que había leído mil veces en El Quijote? No, nada, me lancé de cabeza y puede decirse que me estrellé con buena estrella, pues dí con las más deliciosas obras literarias que jamás hubiera podido soñar ni imaginar... CULPABLE Y MÁS QUE CULPABLE, porque ya no pude parar: ahí fue gastar los dineros en libros, óperas, grabados, museos y marionetas sicilianas; ahí fueron los anhelos y desvelos por ediciones antiguas o no tanto...; ahí fue dedicarme a registrar mi voz recitando el Amadís en mp3, así tal cual en español antiguo, para poder ir oyéndolo en el coche...; años constantes detrás de la música, la pintura y todo lo relacionado con estas obras. Todo un continente se abrió en mi cerebro y ya no había vuelta atrás. Ludovico y Torquato habrían sido los nombres de mis hijos, si los hubiera tenido, en honor del sublime Ariosto y del divino Tasso.





   Y aún quedan muchos más continentes por explorar en el planeta de la literatura épica:
Mi siguiente descubrimiento fue el Shahnameh de Firdusí, que me pareció el origen y el epítome de todos los cantares de gesta que se habían escrito después en Europa, una historia con la que sí había soñado brumosamente, pues parecía que ya anticipaba todo lo que después iba a ocupar mi cabeza. Pero le añadía un aura legendaria con un fulgor y un destello que me dejaron bajo el hechizo de una lengua y unas historias llenas de promesas: el persa, la lengua de los cuentos, y las hazañas de Rustam y sus ancestros, sublimación de todos los cuentos que hubiera podido oír. El embrujo de Oriente me agarraba con sus manos de seda.



   El persa en que está escrito el Shah Nameh todavía me resulta difícil. He conseguido ediciones bilingües para poder guiarme en la lectura. Pero el paso siguiente será conseguir una edición del Shah-Nameh en tayiko, es decir, en persa escrito con caracteres cirílicos. No consigo ahora una imagen que insertar aquí. Baste la de estos libros de clásicos en tayiko, entre algunos de ellos estará.

Y también existe esta página con audios del episodio de Sohrab http://www.sattor.com/shohnoma.html
Como ya estamos en la era de internet, confío plenamente en ir consiguiendo los textos y los audios que vaya necesitando.

Otras historias épicas basadas en el Shahnameh, que incluyen la historia de Shirin y Farhad y el cuento de los príncipes de Serendip; a mí me parecen más cuentos orientales que épica, pero el género y la forma tradicional que utilizan es el de la épica persa:
Haft Paykar de Nizami
Hasht Bihisht de Amir Khusrow

  Y finalmente, la razón por la que estuve estudiando este verano la lengua georgiana: para poder llegar a leer algún día el ვეფხისტყაოსანი, el Vepkhistqaosani de Rustaveliel poema del Caballero con la Piel de Tigre, trasunto de Rustam a la georgiana, pero parece que con un radio de acción más amplio, más parecido al Orlando furioso. Narra las aventura de Avstandil y Tariel con la princesa india Nestan-Darejan.


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